Cruzar la ciudad de norte a sur, de sur a oriente y de oriente a norte fue también un retorno a la adolescencia: la plaza donde mis primeros húmedos besos se dieron cita, el andén del metro donde leí mi primera carta de amor, las calles en las que por primera vez salía sola y donde tuve la impresión de que el mundo era nuevo y estaba hecho para mis pasos...
Me dio nostalgia porque el mundo ya no me parece nuevo, a veces, tampoco bueno... pero sigo creyendo que está hecho para mis pasos.
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En el trayecto llamó mi atención una ventana, de ella colgaba un comedero para colibríes, alcancé a ver a la mujer que ahí habitaba, sentada frente a un escritorio... algo de ella habitaba en mí y viceversa.